martes, 5 de enero de 2010

Zapatero, principal obstáculo para la recuperación


Fuente: Libertad Digital

Suele decirse que las crisis son épocas de oportunidades para aquellos ciudadanos y sociedades que se adapten a los nuevos tiempos. En realidad, la expresión no es del todo exacta. La crisis son períodos en los que las economías deben ajustar sus excesos pasados derivados de la inflación crediticia que impulsaron los bancos centrales. No representan oportunidades, sino una imprescindible catarsis que hay que realizar para volver a crecer de manera sostenible.

El ajuste que necesita una economía que ha entrado en crisis abarca múltiples facetas, pero pueden resumirse en dos: reequilibrio de los precios relativos de los factores de producción y reequilibrio de las diferencias entre ahorro e inversión. Al fin y al cabo, el sistema bancario provocó durante la época del boom que el crédito barato empujara la inversión muy por encima del volumen de ahorros reales y que algunos precios (por ejemplo los de la vivienda) se incrementaran desproporcionadamente y falsearan la rentabilidad de sectores enteros (como el de la construcción). Mientras esos dos ajustes no se lleven a cabo, la economía se encontrará prostrada y paralizada esperando que llegue la requerida liquidación.

Los agentes privados –las familias, las empresas y los bancos– tienen poderosos incentivos para realizar todos estos cambios, esto es, para incrementar sus ahorros hasta niveles compatibles con la inversión y para reducir los precios inflados hasta cifras compatibles con la realidad.

El problema es que los Estados intervencionistas tienen incentivos precisamente para lo contrario: sólo es necesario ver cómo Zapatero está retrasando la reforma laboral para no reducir los costes laborales ("derechos sociales", lo llama) y cómo ayuda a bancos, a los promotores y a las constructoras para contener la caída de los precios de la vivienda.

Claro que para lograr sostener todo este entramado de precios artificialmente altos, las Administraciones Públicas tienen que incurrir en un gasto y en un endeudamiento de tal calibre que en la práctica hacen imposible también corregir el otro desajuste: el fuerte desequilibrio entre el ahorro y la inversión.

Basta con observar las preocupantes cifras que conocimos ayer sobre la contabilidad de nuestras familias, empresas, entidades de crédito y administraciones públicas para darnos cuenta del precipicio por el que el Gobierno está arrojando a la sociedad española. Mientras el sector privado ha realizado un fortísimo ajuste en los últimos años que prácticamente viene a eliminar toda la enorme diferencia que existía entre nuestro ahorro y nuestra inversión interna, un manirroto sector público ha venido a emponzoñar la situación.

Las familias incrementaron su ahorro neto hasta los casi 9.500 millones de euros en el tercer trimestre de 2009 frente al desahorro de 4.550 en 2008 o de 15.600 de 2007. Por su parte, las empresas redujeron sus necesidades de financiación desde los 21.800 millones de euros en 2008 a apenas 5.200. Y, finalmente, las entidades financieras como los bancos o las cajas mantuvieron un aceptable ahorro neto de casi 4.500 millones de euros. Sólo las Administraciones Públicas optaron por no apretarse el cinturón y comenzar a despilfarrar el escaso ahorro que tras varios años los españoles han comenzado a acumular.

Así, entre julio y septiembre la deuda del sector público aumentó en casi 18.000 millones de euros frente al déficit de 3.000 millones que exhibieron en el mismo período de 2008 o al superávit de 20.000 millones de 2007.

En otras palabras, es esencialmente por culpa del Gobierno por lo que el conjunto de la sociedad española ha incrementad su endeudamiento en más de 9.000 millones durante el tercer trimestre de 2009 en lugar de haberlo reducido en 9.000, tal y como habría sucedido si el Ejecutivo se hubiese mantenido en el muy sano equilibrio presupuestario.

El resultado, pues, es que Zapatero y sus hordas de pródigos ministros, por haberse gastado 230.000 euros por minuto durante el ejercicio pasado, no sólo han lastrado la riqueza de las generaciones futuras, sino que han apuntalado la crisis y retrasado la recuperación. Sin los pertinentes ajustes, España nunca saldrá de la crisis y hoy el principal obstáculo para que esos ajustes se produzcan es sin lugar a dudas Rodríguez Zapatero.