jueves, 16 de junio de 2011

Los rocieros moguereños ya están en casa.


Con las últimas luces del día entraba este pasado miércoles en Moguer la Hermandad filial del Rocío, tras cumplir con devoción y alegría su cita anual con la Blanca Paloma.
Como cada año centenares de moguereños se congregaron en el acceso por Hornos para dar la bienvenida a los romeros y recibir entre aplausos y vivas al carretón que porta el Simpecado, como hiciera hace más de un siglo el Nobel Juan Ramón Jiménez cuando dejó escrito en el inmortal Platero y Yo ‘Vamos a esperar las Carretas. Traen el rumor del lejano bosque de Doñana, el misterio del pinar de las Animas, la frescura de las Madres y de los dos Fresnos, el olor de la Rocina …’.
La peregrinación de la localidad juanramoniana ha estado marcada en este 2011 por la masiva presencia de vecinos y foráneos en el camino que cada año lleva a Moguer y a su Hermandad a la aldea almonteña, y por las mejoras acometidas por la Filial que preside Manolo Morales en el paraje de Pino Gordo, que se ha visto embellecido con un monolito homenaje a la familia rociera y con un útil abrevadero para las bestias.
El buen ambiente que ha reinado durante todo el camino, ha sido lo más destacable de este singular y emotivo peregrinar, que culminó el viernes sobre las 16.00 horas con la entrada de la multitudinaria comitiva en al aldea almonteña.
Sin duda uno de los momentos más tristes y más inesperados de esta Romería de Pentecostés se vivió en la mañana del lunes durante la procesión de la Virgen por el real. Era en torno a las 8.00 horas cuando uno de los varales del trono de la Blanca Paloma se quebró en pleno recorrido, lo que obligó, apenas un cuarto de hora después, a que la Reina de las marismas regresara al templo sin visitar muchas Hermandades, entre ellas la moguereña, aunque todas ellas visitaron después a la virgen en su ermita.
Sin duda hablar de Moguer en el Rocío es hablar de tradiciones y sentimientos que se remontan cientos de años en el tiempo, y que forman parte de su identidad como pueblo, una identidad y devoción que quedó patente una vez más en su reencuentro con la Blanca Paloma, dando ejemplo de prestancia y buen hacer rociero.
El profundo sentimiento de fe y devoción a la Pastora que se mantiene vivo en la ciudad del Tinto quedó demostrado un año más con la gran cantidad de vehículos, caballos y peregrinos que fueron al encuentro de la venerada imagen. Más de 150 carros, charrets y todoterrenos, casi 400 caballos y cientos de moguereños a pie, compusieron una comitiva que llevó hasta el Rocío el amor de Moguer hacia la Virgen de las Marismas, que vio un año más cómo la ciudad se postraba a sus pies, representada por los bueyes de la familia Cascarilla, que ofrecieron una de las estampas más hermosas de la romería de Pentecostés, al arrodillarse ante la imagen de la Virgen del Rocío.
En resumen, una peregrinación llena de momentos especiales, en la que la normalidad y el buen ambiente fueron las notas más destacadas.

Fuente: www.huelvaya.es